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Ellos descubren las hormigas gigantes |
Ayer fue el día de la madre, tenía
ganas de escribir pero la verdad se complico bastante. No se si les
pasa, pero en mi caso cuando mi hija está enferma yo estoy en un
estado extraño, entre alerta y marmota.
El sábado arrancó con 39,5 de fiebre,
bum para arriba, la llevamos a la guardia: virus. Nos volvimos con
ibuprofeno y una lista de los síntomas por los que tendríamos que
preocuparnos.
El domingo como era el día de la madre
nos comunicamos por videoconferencia con los abuelos paternos. Mi
hija estaba jugando lo más tranquila mientras los abuelos no podían
esconder su preocupación. Preguntaban síntomas, estado general,
implícitamente sugerían que algo andaba mal. Para cuando escucharon
que tuvo más de 39 de fiebre pegaron un salto al grito de “eso no
es normal”.
Claro, la niña empezó el jardín hace
dos meses y desde entonces se enfermó tanto que ha faltado más que
lo que asistió. La mayoría de las veces fueron virus y la afectada
principal la garganta. Ampollitas que no la dejan comer.
Como padres tratamos de ser pacientes,
de encontrar las razones y confiar en los médicos. Aunque claro que
siempre está el fantasma de que si es otra cosa que el médico no
vio, supongo que todos hemos escuchado algún caso terrible al que le
faltó un diagnóstico a tiempo.
Pero cuando trato de tranquilizarme y
pensar que por supuesto que es de esperar que se enferme cuando
empiezan el jardín, que tienen que tomar defensas, etc, me siento
bastante desconcertada, por momentos triste, por momentos ansiosa,
por momentos no tengo idea, no se qué hacer. Porque tampoco hay
mucho más que hacer, el médico dice que esperemos unos días a ver
cómo sigue, con el antitérmico le baja la fiebre y juega, los
síntomas preocupantes no aparecen.
Por eso que te juzguen como que estás
haciendo algo mal ya es demasiado. Y todavía no hable de la abuela
materna. Pasó el domingo a la tardecita a ver con sus propios ojos.
Después de recordarme que no la tenemos que bañar mucho tiempo, que
toma frío, que me dijo que haga no se qué para prevenir, me
interroga otra vez sobre síntomas. Me recuerda que los médicos no
saben nada, que la lleve al suyo (que supuestamente es un semi dios).
Trato de hacer unos chistes para pasar los comentarios amargos y ya
resulta difícil.
Más tarde, mientras estamos comiendo
con mi pareja y mi hija duerme, suena el teléfono, del otro lado la
voz exasperada y exasperarte de mi madre que me dice que si o si le
pida al médico un exudado, que estuvo viendo en internet y puede ser
algo grave y les ahorro los segundo más insoportables. Tuve que
cortarle cosa que detesto hacer. Después me mandó tres mensajes de
voz de whatsapp que por salud propia no escuché.
Mi papá que venía manteniendo su
perfil abstencionista, me manda hoy lunes a la tarde unos whatsapp
para “que le haga caso a mamá”. Es como si nos siguieran viendo
como niños, tendremos que respirar hondo y verlos como ¿abuelos?
Pero sobre el día de la madre dejé lo
mejor para lo último: disfruté un montón de ver jugar a mi pareja
y a mi hija, recibí muchos mimos y me cocinaron unos riquísimos
ñoquis caseros.
Espero que hayan pasado un lindo día
junto a sus amores ustedes también.
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