Estamos acostumbrados a escuchar
publicidades de juguetes didácticos, pareciera que el ideal de
juguete es aquel que permite jugar y aprender. Los publicistas saben
que queremos que nuestros hijos se diviertan, aprendan y crezcan
sanos.
Los juguetes y juegos didácticos
empezaron a plantearse en el ámbito educativo. Porque se entendió
que un ámbito lúdico es mejor cuantitativa y cualitativamente para
el aprendizaje. Los docentes comenzaron a diseñar juegos y espacios
lúdicos para enseñar determinados contenidos o habilidades.
En algún momento se instaló la
“necesidad” de que los juegos y juguetes en el hogar también
fueran didácticos. En ese sentido los padres al jugar con los niños
asumen un rol pedagógico intentando instruir a partir del juego. La
satisfacción llega cuando el niño puede repetir determinados
números, o colores, etc.
El niño desde que nace aprende. Se
esfuerza terriblemente por mirar, por tocar, por sostener. Cuando
comienza a gatear lo hace para poder acercarse a los lugares u
objetos más lejanos, justamente para conocerlos e investigarlos. Un
dicho típico de los adultos a un niño que investiga es “con eso
no se juega”. Espontáneamente asociamos esas incursiones con el
juego. Así toca la comida del perro, los cacharros de la cocina,
prueba la suela de los zapatos y hace cosas que nunca se nos hubieran
ocurrido. La predisposición del niño, la concentración que suele
manifestar, el placer, etc, nos hacen verlo como una actividad
lúdica.
Los objetos a los que se aproxima, con
los que juega y aprende ¿son “juguetes didácticos”? No, son las
cosas que tenemos en casa y utilizamos diariamente, que tienen
muchísimas texturas, formas, colores, olores, gustos. Según el
momento físico y psíquico en el que se encuentre se interesará más
por un objeto que otro o por realizar alguna acción específica. Los
“juguetes didácticos” suelen presentar menos posibilidades. Por
ejemplo, un libro con texturas muestra unas 6 o 7, que ademas suelen
ser imitaciones de las texturas que dice representar.
¿No será mejor acomodar la casa para
que pueda investigar sin peligro, acompañarlo en su búsqueda,
llevarlo a pasear a lugares nuevos para que vaya adquiriendo
conocimientos y experiencias del mundo que lo rodea?
De todas formas esta bien que el niño
tenga juguetes “comunes” y “didácticos”. Un juguete es
“bueno” en la medida en que sirve al juego del niño. Según el
momento en que el niño se encuentre, los juguetes le pueden
interesar o no, le ayudan en su jugar o no. Por esto el juguete debe
elegirlo el niño, claro que podemos regalarle juguetes, pero será
él el que decida si le interesa el juguete o el papel brillante que
lo envolvía. Será el niño quien decida si prefiere un muñeco
roto, si le gusta más el rosa o el celeste, la muñeca o el autito.
Nuestro rol es presentarle las posibilidades y apoyarlo en su
elección. Que él pueda elegir y decidir es más importante que
cualquier aprendizaje motor o sensorial.
Lo que me interesa señalar es que si
destacamos uno de los potenciales del juego, el de productor de
determinados aprendizajes, estamos negando, en cierta manera, las
demás posibilidades del mismo.
Jugar implica conocer, aprender,
investigar, sentir placer, crear, fantasear y mucho más. Pretender
que un niño además de jugar debe aprender es subestimar el juego.
Resumiendo, me parece que es importante
permitirle al niño disfrutar del juego que el mismo desarrolla, y
cuando jugamos con él compartir una experiencia de placer, sin poner
por delante cuánto y qué aprende. Porque, quedémonos tranquilos,
si el niño juega apasionado esta sacando al juego el máximo
provecho.
Es muy interesante
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar por aquí, saludos!
Eliminar