Cuando una mujer se embaraza la
previenen de varias cosas, una de ellas es el cuidado que debe tener
ante la horda de mujeres que se acercan a aconsejarla y recitarle sus
experiencias.
Hace unos días unos amigos nos
contaron que estaban esperando un bebé, además de emocionarme pensé
todo lo que tenía para hablar con la futura mamá. Aguantándome las
lágrimas en el colectivo, se me presentó la imagen de unas mamás
como bolitas que se acercan contentas a la nueva para contenerla y
apoyarla. Me vi como una bolita peluda, como un animalito que quiere
proteger a una de su especie. Todas esas mamás medio locas y
tarambanas, de las que formo parte, me dieron ternura.
Pero es un poco verdad la otra parte,
la de las madres que meten la pata hasta el cuello y terminan
asustando a la embarazada o le dan consejos de hace 500 años.
Entonces mi primer conclusión fue que es hermoso el gesto de querer
ayudar a la futura mamá pero debemos replantearnos cómo.
Aquí van algunas de mis premisas:
Lo primero que creo que tenemos que
hacer es aguantarnos las ganas de dar consejos, tenemos varios meses
por delante, tomémosnos el tiempo para felicitar, abrazar y
preguntarle cómo se siente, qué necesita y escuchar.
En segundo lugar seguimos escuchando y
a partir de ahí vemos qué podemos contarle de nuestra experiencia
para que le ayude en la suya.
Todos pero todos los embarazos son
diferentes, si nosotras pasamos por momentos difíciles no asustemos
a la nueva embarazada, repito, NO ASUSTEMOS A LA EMBARAZADA. Si
creemos importante darle algún dato para que pueda prevenir algún
problema lo tenemos que hacer con mucho cuidado, siendo respetuosas y
pensando mil veces si de verdad le va a servir lo que le digamos.
Aceptemos que cada pareja puede pensar
y decidir a quién escuchar y sobre que argumentos tomar decisiones.
Y recordemos que a veces un poco de
silencio, una comidita rica o compartir un momento para charlar de
cualquier otra cosa pueden ser la mejor ayuda que una embarazada
puede necesitar.
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